La ambición llevó a una muerte por encargo

Por Deivis Ramírez Miranda

Cuando Roberto Masullo conoció a quien sería un nuevo amor y madre de sus dos últimos hijos, ella relucía más por la sensualidad con la que cautivaba, que por sus cualidades para llevar la vida como vendedora de alimentos en un bullicioso mercado de la ciudad de Valencia, la capital del estado Carabobo, una próspera región de Venezuela enclavada en el centro de esa nación suramericana.

Corría 1998 y la vida de Yocselyn Lugo Martínez, a sus 24 años, estaba por dar un giro brusco. En los cuentos de amor la historia de los protagonistas está impregnada de lamentos y regocijos, pero las maldiciones, inexorablemente, siembran tanto dolor y desgracia en el camino, que a veces no hay un desenlace feliz sino una larga sucesión de tragedias.

El destino, en esa fábula de amor, obró con Roberto el más inimaginable de los finales.

Aunque a la familia Masullo nunca le cautivó la nueva relación amorosa que el joven ingeniero tejía a sus 36 años, tuvieron que aceptar a Yocselyn sin reprehensiones y guardando un silencio que muchas veces quebró la tensa complicidad que guardan los que llevan la misma sangre.

Durante aquellos años el ingeniero mecánico sacó provecho de sus éxitos profesionales para disfrutar del dinero sin angustias en una Venezuela donde el petróleo traía la sensación de riqueza infinita. Con una personalidad de casanova bonachón y playboy empedernidose daba el gusto de galantear, pero siempre respetando, con la mujer que fuera, la regla no escrita de que todo era alimento para los deseos de la carne.

Pero tanto fue su obsesión con Yocselyn, que se divorció luego de nueve años de matrimonio y con dos hijos a cuesta, para iniciar una relación más apegada a los formalismos. Él estaba en plena cúspide con sus empresas y negocios de construcción y Venezuela contaba con el colchón económico necesario para la prosperidad de la familia.

Yocselyn pasó de vivir en un círculo de limitaciones y carencias, sorteando las desavenencias de la vida y la familia, esas que a veces ponen en tela de juicio a los de tu mismo linaje, a conseguir el confort desmedido y los lujos que le permitían fulgurar con estilo.

Dejó de subir y bajar escaleras de cemento carcomido en Petare, una de las barriadas populares más compactas y heterogéneas de Caracas, para tongonearse muy a gusto sobre pisos de porcelana italiana o madera lustrada.

Con el tiempo fue consolidándose una relación que, más que vivir el amor recíproco con su nueva pareja, le permitió a ella sacar a su familia del hoyo de la pobreza en el que siempre estuvieron sumergidos.

Nuevas casas, vehículos, paseos en familia, una peluquería y otras comodidades que la vieja austeridad vedaba, empezaron a figurar en la lista de gastos y propiedades que Yocselyn fue obsequiando a sus cuatro hermanas, a quien en el barrio donde crecieron las conocían como “Las Lyn de Petare”, una distinción que provenía por las últimas letras que daban forma a sus nombres: Yusvelyn, Marbelyn, Marilyn y Evelyn.

Para su único hermano varón, Sergio, además de sus padres, y una que otra amiga escurridiza que gozó de nuevos lujos, la “señora de Masullo” también tenía para ellos lo que pudieran necesitar y todo a merced de su alianza amorosa.

La pareja nunca concertó un matrimonio, optando por una relación de concubinato que les dio luz verde para resguardarse de los altibajos del amor que habían sembrado en 1998 cuando se conocieron, hasta 2014 cuando firmaron su separación oficialmente.

La convivencia era intermitente. No compartían un hogar fijo, porque entre ellos siempre brotaba el amor y odio. El comportamiento de ambos (él, un casanova muy activo y ella forrada de astucia de pies a cabeza) los llevó a mantener cierta distancia y a reunirse por poco tiempo en uno que otro aposento íntimo.

Pese a las interminables disputas, de la desconfianza que se tenían ambos y del camino labrado individualmente, dos hijos le dieron un pequeño respiro a esa quebrantada unión: Roberto Martín nacido en 2004, y Paola Yocselys en 2007.

La controvertida pareja disfrutaba de los hijos por separado, demostrando realmente que el amor entre ellos ya era pasajero, y que las pocas ocasiones que compartían como familia servían para aliviar los estragos de la descomposición marital que ya se tornaba evidente, pero que los hijos debían obviar.

Horas de pánico

Una noche de mayo de 2011 la familia Masullo se estremeció como nunca había ocurrido. La amarga noticia del secuestro del ingeniero Roberto Masullo retumbó, primero, en el teléfono de su madre, Rosa Pulido de Masullo. Aquella mujer no tuvo tiempo para asimilar lo que escuchó en voz de quien fuera su nuera malquerida.

Imaginar que su hijo estaba en manos de delincuentes, era la escena palpable de la muerte que se había estampado en su pensamiento. Ese mismo sentimiento arropó a los demás integrantes de la familia.

Once días estuvo el ingeniero en manos de un grupo de delincuentes comunes, que lo interceptó cuando circulaba por el sector de Tocuyito, una zona popular del estado Carabobo, donde reina la desidia y las bandas criminales tienen un radio de acción amplio.

No en vano, una de las 33 cárceles de alta peligrosidad que tiene Venezuela, y que lleva el mismo nombre del suburbio, está erigida allí, con líderes mafiosos a quienes llaman “Pran” controlando los delitos que se cometen extramuros.

Durante ese cautiverio asfixiante para la familia Masullo, su concubina Yocselyn fungió como pieza clave para concretar un pago y lograr la liberación del empresario.

Negociaciones iban y venían, discusiones, acuerdos y varias sumas de dinero se colocaron sobre la mesa que lideraba con un emisario de los delincuentes.

La policía nunca fue alertada de lo ocurrido a petición de su propia mujer, para evitar “poner en riesgo la vida del ingeniero”.

Quinientos mil dólares pagaron para conseguir la libertad de Roberto a través de una operación que terminó controlando el hermano de Yocselyn, Sergio Rafael Lugo Martínez.

Para 2011 en Venezuela los secuestros se convirtieron en una moda impuesta por las bandas criminales organizadas, que buscaban obtener ganancias exorbitantes por mantener en cautiverio a personas ligadas al mundo empresarial.

Era un delito de alto impacto en el país, pero que no tenía cifras oficiales de víctimas en los registros de la policía venezolana. Solo se conocía, y de forma extraoficial, que un promedio de cien personas al mes era raptado a lo ancho de toda la nación.

Más allá del trauma acarreado por el secuestro y la situación a la que se vio expuesta la familia al completo, el deterioro de la relación entre Roberto y Yocselyn se estaba consumando cada día. La pareja no gozaba de entendimiento y la falta de dinero comenzó a causar estragos en una mujer que en poco tiempo pasó de la austeridad, a malgastar sin decoro.

Roberto, advirtiendo lo que podía venir y con un panorama claro, había movido piezas a su favor para proteger sus bienes. Tenía la certeza de que esta mujer podía atacarlo sin piedad para conseguir la tranquilidad material que siempre le arrebataba el sueño.

Yocselyn ocupó su puesto de concubina con dignidad, y en algún momento figuró como accionista en una de las dos compañías de construcción del empresario venezolano. Pero un día, sorpresivo para ella, con la puesta del sol, fue neutralizada del todo.

La poderosa torre que alzó con su nombre en el imperio Masullo había sido derribada. Luego del zarpazo comenzó a depender de la manutención oficial que el ingeniero debía entregarle cada mes como compromiso hacia sus dos hijos.

La mañana del 20 de septiembre de 2014, con todos los registros sobre la mesa, Roberto y Yocselyn acordaron la separación y disolución del concubinato. Era oficial que cada uno debía estar en su espacio.

En una notaría pública del estado Carabobo reposan los oficios que dan por terminada aquella alianza que por 16 años los mantuvo emparentados, con la repartición legal de bienes y dinero, de acuerdo con la legislación venezolana.

“Incluso, luego de la separación, Roberto decidió darle más dinero del acordado en tribunales, incluyendo la manutención oficial de los hijos”, recordó el hermano del ingeniero, Félix Masullo, en una conversación.

La ambición de Yocselyn se convirtió en su fiel compañera los años siguientes a la separación.

Comenzó a ser la enemiga despiadada que vigila cada paso del contrincante a vencer. No había movimiento del empresario que ella no conociera y le hacía saber. Era una forma de advertirle a quién se estaba enfrentando.

“Incluso, luego de la separación, Roberto decidió darle más dinero del acordado en tribunales, incluyendo la manutención oficial de los hijos”

Felix Masullo, hermano de Roberto

La familia Masullo fue sorprendida la noche del 27 de agosto de 2016 por una repentina confesión que les hizo saber el ingeniero en un restaurante donde cenaban. Relató que Yocselyn telefoneaba constantemente para amenazarlo con el fin de conseguir dinero suficiente y así poder mantenerse con sus dos hijos.

De hecho, de una de esas conversaciones quedó registrado un mensaje de voz donde ella, iracunda, con respiración agitada y alzando la voz, le dice claramente que “lo iba a mandar a matar” por no darle la cantidad de dinero que exigía.

La familia Masullo, invadida por el miedo y la desconfianza, le insistió al ingeniero que denunciara la situación para evitar lamentaciones futuras. Sin embargo, se negó y decidió seguir con el ritmo de sus obligaciones sin dar la importancia que ameritaba ese ultimato.

Por su mente no pasaba que aquella mujer con quien compartió tantos años podría ser capaz de cometer un acto despiadado y certero. Lejos de cualquier reproche, Yocselyn era la madre de sus hijos y eso, más allá de generarle duda, le permitía regalarse una mínima dosis de serenidad. Haberse confiado tanto, lo llevó a un giro inesperado tres días después de esa conversación reveladora.

A las 10:30 de la noche del 30 de agosto de ese mismo año, dos funcionarios policiales de distintos organismos de seguridad esperaban sigilosamente a Roberto a escasos 200 metros de su residencia principal, en el sector La Trigaleña de Valencia, en el estado Carabobo.

Para ellos era un trofeo que debían ganar ese día, sorteando las miradas de algunos vecinos que apenas empezaban a habitar los edificios circundantes. Sus uniformes los hacía confiables para todo aquel que pudo circular y observar a los lejos su presencia.

Sin embargo, no contaron con la suspicacia de un guardia de turno esa noche, que, desde una caseta de seguridad de una de las torres adyacentes a la residencia del ingeniero, logró advertir el movimiento de los policías hasta el último momento en el que se llevaron a Roberto dentro de su propio vehículo. Ese hombre fue pieza clave para desentrañar lo que luego se convirtió, oficialmente, en una desaparición forzosa.

Dos días después, la familia Masullo revivió el dolor y la desesperación que sintieron por aquellos días de 2011 cuando Roberto fue secuestrado por primera vez. En esta ocasión, la ausencia del ingeniero fue reportada por quien servía como su secretaria, Milexis Nathaly Borges.

Con poco tacto frente a la extraña ausencia, telefoneó a las diez de la mañana del 2 de septiembre a uno de los hermanos de Roberto para advertirle que no había podido contactar con su jefe desde hace dos días. Para ella, según dejó muy claro, era sospechoso que no acudiera a la oficina y tampoco respondiera mensajes o llamadas.

La madre y el hermano del ingeniero no dudaron en viajar de inmediato desde Caracas a Valencia para indagar lo que estaba sucediendo. El camino hacia la ciudad se convirtió en una sucesión de laberintos interminables y sin salida, como recordará luego la familia.

El primer acercamiento de la familia Masullo por lo que estaba ocurriendo fue con funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), el principal organismo de investigaciones criminales de Venezuela.

A los oficiales esa mañana le expresaron su desesperación en una denuncia que formalizaron con la intención de que comenzaran las pesquisas. Pero algo que los hizo dudar, por los antecedentes que conocían abiertamente, fue la presencia de Yocselyn en la sede policial, a sabiendas de que habían pasado dos años de su separación definitiva y de la nula relación que tenía con Roberto. En pocas palabras, ella no debió estar allí.

La legislación venezolana advierte a quienes acuden a presentar casos de personas desaparecidas, que deben esperar un lapso de 72 horas para formalizar la denuncia.

En este hecho solo se cumplieron 63 horas y se concretó la recepción oficial de las declaraciones de los familiares, que quedaron registradas en el expediente número K-16-0066-3574. Los dos funcionarios que figuraron como receptores son: el comisario Pedro Velazco y el inspector Werney Omar Gil, ambos de la policía científica y encargados, desde ese momento, de la investigación.

Los Masullo siguieron invadidos por la desconfianza conforme pasaban los días y no tenían información de Roberto. Eso los llevó a buscar otros caminos de ayuda, sin agotar el rastreo por los diferentes comandos policiales de la región, centros de salud y casas de amigos y conocidos. No perdían la esperanza de tener alguna pista que les diera la tranquilidad de volver a abrazar al ingeniero.

El 5 de septiembre la incertidumbre pudo más que la tranquilidad de seguir esperando en casa alguna noticia.

Los Masullo visitaron nuevamente la sede de la policía científica y lograron enterarse en los pasillos, gracias a comentarios directos hechos por funcionarios que trabajaban en esa comisaría, que Yocselyn, y una de sus hermanas, de nombre Yusvelyn, mantenían una relación amorosa con aquellos dos funcionarios que los había recibido cuando acudieron a formular la denuncia de desaparición de Roberto, tres días atrás.

Los funcionarios estaban al tanto de la relación íntima de sus colegas, porque ambas mujeres visitaban constantemente las instalaciones de la policía sin ningún tipo de decoro.

Consternados por esa noticia y públicamente decepcionados, decidieron abandonar las pesquisas supuestamente emprendidas por esos dos policías que, disfrazados de justicia, prometieron hacer todo lo posible por encontrar al ingeniero.

Se marcharon prácticamente derrotados, pero con un ápice de esperanza, a la sede del Comando Nacional Antiextorsión y Secuestros de la Guardia Nacional Bolivariana (CONAS), un ente militar dedicado a la investigación de personas desaparecidas y secuestradas en Venezuela, para formular una nueva denuncia que les permitiera depositar la confianza perdida en aquellos funcionarios y el organismo que representaban.

Esa acta de denuncia ante el CONAS 41 del estado Carabobo, registrada a las 10:27 minutos de la mañana del 5 de septiembre de 2016 destaca varias preguntas que fueron realizadas a la madre del ingeniero, Rosa Melania Pulido de Masullo:

“… Primera pregunta: ¿Diga usted, si su hijo Roberto Martín ha sido secuestrado anteriormente? Contestó: Sí, hace ya 5 años aproximadamente. Segunda pregunta: ¿Diga usted, si su hijo Roberto Martín fue amenazado de muerte o secuestro por alguien algún día? Contestó: Sí, porque el día 27 de agosto del presente año mi hijo Roberto Martín me comentó que una camioneta le andaba dando vueltas y que si a él le llegara a pasar algo tuviera como sospechosos a tres personas las cuales son: la ciudadana Yocselyn Lugo Martínez, exmujer de mi hijo, la señora Carla Estupiñan, y por último de mi nieto, su hijo mayor, Vicente Rhamaghi Masullo. Tercera pregunta: ¿Diga usted sí sospecha de ninguna otra persona? Contestó: No…”

Gran giro

La declaración de la madre del ingeniero fue contundente y dio pie a los investigadores militares para indagar minuciosamente sobre esas tres personas. En cuanto al hijo mayor del empresario, este había discutido con su padre en diversas ocasiones, producto de su adicción a las drogas

Pero el gran detonante del caso se conoció un mes después, el 7 de octubre, cuando los investigadores lograron aprehender a los dos funcionarios que sometieron al ingeniero la noche del 30 de agosto: Eudier José Cañate Cassiani (de la policía del municipio Naguanagua, una región cercana a la ciudad de Valencia) y Walter Alexis Rodríguez Márquez (de la policía del estado Carabobo).

Fueron identificados gracias al estudio detallado de un video de seguridad que fue captado la noche del suceso por una cámara de vigilancia instalada en uno de los edificios del sector. Además, las declaraciones del único testigo, aquel vigilante que cumplía guardia, sirvieron para dibujar las intenciones de los dos policías.

La confesión de estos dos sujetos dio pie para la captura, seis días más tarde, de la secretaria y mano derecha del ingeniero, Milexis Nathaly Borges Farías. Los investigadores lograron determinar que entre ella y los dos policías hubo comunicación constante, vía telefónica, antes, durante y después de la desaparición de Roberto Masullo.

Milexis Borges, una vez bajo arresto, confesó abiertamente que había planificado, en compañía de su expareja, Gustavo González, “secuestrar a Roberto Masullo para apoderarse de unas camionetas Toyota 4Runner y 35 mil dólares en efectivo que tenía en su apartamento”, y que estaba al tanto de su resguardado en un conducto del aire acondicionado del inmueble.

Pero la revelación que hizo Borges posteriormente terminó por dar un giro rotundo al caso. Todo lo ocurrido había sido discutido varias veces con quien fue su jefa y exconcubina del ingeniero.

Sus declaraciones fueron trazando poco a poco la verdadera trama que se tejió para desaparecer al empresario y apoderarse de la mayoría de sus bienes. Así fue como Yocselyn pasó a ser la autora intelectual del hecho, desnudando la ambición que siempre la acompañó y que prácticamente alimentaba un deseo de venganza hacia el padre de sus hijos.

El encarcelamiento de los dos policías ya había alertado a Yocselyn sobre lo que venía en su contra.

Por eso, con la mayor astucia que la caracterizaba, gestionó un documento que le permitía apoderarse de todo proceso administrativo de las empresas de construcción propiedad del ingeniero, además de vehículos, bienes inmuebles y otras pertenencias, al lograr que el hijo mayor de la víctima, Vicente Rhamaghi Masullo, quien figuraba como apoderado legal, firmara bajo engaño. Su intención, aparentemente, era proteger el futuro de sus dos hijos.

Tras la captura de la secretaria, los funcionarios militares encargados de la investigación poco a poco se estaban acercando a la raíz del hecho. Pero Yocselyn supo mover sus piezas de manera audaz para neutralizar todo movimiento en su contra.

La familia Masullo, con la ayuda de investigadores privados, descubrió que Yocselyn gastó altas sumas de dinero sobornando a todos los funcionarios que iban sumándose a la causa penal en su contra.

Esto le permitió, por más de dos años, realizar todo tipo de operaciones económicas, de compra y venta de inmuebles, maquinarias y equipos de construcción de ambas empresas propiedad de Roberto y su madre, sin sufrir contratiempos.

El caso estaba paralizado penalmente, a pesar de tener tres personas detenidas que confesaron su participación en la desaparición del ingeniero.

Las audiencias preliminares ante el Poder Judicial venezolano fueron diferidas 34 veces, y no hubo fuerza que valiera, por parte de la familia Masullo, para reiniciar las investigaciones.

Fue en febrero de 2019 cuando el Ministerio Público retomó el curso de la investigación y con un nuevo equipo de trabajo logró avanzar en el proceso. La familia Masullo comenzó a respirar aires de justicia, pese a las múltiples destituciones de jueces, fiscales y abogados que empañaban las averiguaciones del caso.

El 24 de mayo de 2019 las autoridades venezolanas emitieron la orden de aprehensión número C4-0006-2019 contra Yocselyn Lugo por los delitos de “cómplice necesaria en la desaparición forzada de personas, violación de la privacidad de la data o información de carácter personal y asociación para delinquir en perjuicio” de quien fuera su pareja sentimental por 16 años. Se convirtió oficialmente en la autora intelectual del hecho.

A pesar de tener una orden oficial de arresto en su contra, Yocselyn logró jugar su última carta en Venezuela para librarse de toda culpa.

Se movió por varias ciudades del país con sus dos hijos, ocultándose como el mismísimo criminal cuando se siente descubierto, mientras planificaba cómo huir del país para disfrutar el dinero que había enviado a cuentas de terceros en los Estados Unidos, según las informaciones que manejaba la familia Masullo.

Finalmente, en junio de 2019, Yocselyn viajó por carretera desde Venezuela hasta Colombia atravesando la porosa frontera que divide a ambos países. Lo hizo acompañada de sus dos hijos, y desde Bogotá, la capital colombiana, tomó un vuelo hacia Italia donde permaneció por varias semanas, de acuerdo con las investigaciones.

Cerca de un mes estuvo con sus hijos en Europa, y el 20 de julio de ese año ambos menores de edad arribaron en solitario a la ciudad de Miami para encontrarse con una de las hermanas de Yocselyn. El formulario de admisión I-94 de uno de los menores de la pareja da cuenta de la fecha de llegada a los Estados Unidos.

En agosto Yocselyn se reencontró con sus hijos en Miami. Ingresó a ese país procedente de Italia. Aunque no hay registros exactos de la fecha, la familia Masullo fue informada de ello una vez que pisó suelo norteamericano.

Todos sus movimientos fueron clave para escapar de la justicia venezolana. Incluso, la Circular Roja de Interpol en su contra fue publicada oficialmente el 10 de octubre de 2019, dos meses después de instalarse en Miami.

Fue un punto a su favor, ya que no contaba con registros policiales de ningún tipo que le impidieran su salida de Italia o su admisión a los Estados Unidos.

De acuerdo con la información que maneja la familia Masullo y los datos corroborados por el Proyecto ITEMP, Yocselyn Lugo Martínez y sus dos hijos residen desde 2019 sin inconvenientes en Coral Springs, una ciudad en el condado de Broward al sur de la Florida. Su actual pareja, el ahora exfuncionario de la policía científica venezolana, Werney Omar Gil, también está radicado en Florida.

Los registros públicos estatales muestran que Werney Omar Gil estableció el 27 de enero de 2020 un negocio al que llamó “El Gordo Constructor Llc” dedicado al trabajo de obras y refacciones.

Trama planificada 

Los cuerpos de seguridad venezolanos tipificaron la investigación sobre ingeniero Masullo, en 2016, como una desaparición.

De hecho, en un país como Venezuela donde los homicidios para ese momento representaban una tasa de 91,8 muertes violentas por casa 100 mil habitantes, según datos del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), una organización no gubernamental que recopila y estudia el impacto de la inseguridad en esa nación.

Para 2016 la cifra de personas asesinadas en ese país fue de 28.479, señala el OVV, y el caso de Roberto Masullo sigue sin aparecer en las estadísticas oficiales. Ni en ese año ni en los siguientes han localizado evidencias de su cuerpo, pese a que fue declarado por muerto en 2019, según oficio de Declaración de Ausencia ante el Tribunal Tercero de Primera Instancia en el estado Carabobo, bajo el número GP02-S-2019-000292. Esto deja en el limbo un homicidio cometido hace cinco años.

Una copia de la Circular Roja de la Policía Internacional (INTERPOL) obtenida por el Proyecto ITEMP muestra que desde octubre de 2019 Yocselyn Lugo Martínez tiene una orden de arresto emitida por las autoridades de Venezuela. Sin embargo, INTERPOL no puede obligar a las autoridades de aplicación de la ley de ningún país a detener a una persona objeto de una notificación roja.

Sobre la base de sus estatutos, cada país miembro decide qué valor jurídico otorga a una notificación roja.

El doctor en Ciencias Jurídicas y exjuez venezolano, Jorge Luis Gaviria, explicaba que este tipo de personas con alguna notificación criminal pueden moverse libremente en otros países sin que cometan delito alguno en el territorio donde se radiquen.

A su juicio, Yocselyn ingresó a los Estados Unidos antes de que se emitiera la solicitud internacional y eso fue un punto a su favor. Pero cree que su estatus migratorio debe ser investigado y alertado, ya que “no existe manera de engañar la normativa estadounidense cuando hay procesos migratorios abiertos”.

La familia Masullo maneja información de que Yocselyn inició un trámite de asilo una vez ingresó a territorio estadounidense. Para el exjuez Gaviria, “este trámite puede quedar sin efecto una vez sea notificada para su entrevista formal y en esa faena se descubra su solicitud (de arresto) por un crimen” cometido en Venezuela.

En medio de las tensiones entre los gobiernos de Venezuela y Estados Unidos desde hace años, casos policiales tan complejos como el de Masullo pueden quedar atrapados en el limbo de la diplomacia sin que nada quede resuelto.

Tanto Caracas como Washington no tienen relaciones diplomáticas formales desde febrero de 2019, cuando la administración del presidente Donald Trump dejó de reconocer la legitimidad de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela para conferirle ese rol al líder opositor Juan Guaidó.

Las autoridades de Venezuela se han quejado en reiteradas oportunidades de las trabas que el Gobierno estadounidense impone para lograr la extradición de venezolanos requeridos por la justicia debido a delitos como homicidios o estafas que cometieron en su país, pero con un maltrecho historial de independencia judicial y corrupción, muchas veces los propios criminales hondean estas banderas para defender sus causas y evitar la prisión.

Pero en el caso de Yocselyn Lugo Martínez las evidencias en su contra son contundentes.

Para Ramón Silva Torcat, un comisario jubilado de la Policía Científica venezolana y exdirector de Interpol Venezuela, “es necesario que haya una reforma para lograr la búsqueda y captura de personas implicadas en delitos en todo el mundo”.

El comisario dice que cuando se han agotado todos los recursos legales para informar sobre la captura de una persona, deberían tomarse acciones más contundentes, como dar a conocer el retrato de los acusados y el prontuario, que permitan difundir información valiosa a la ciudadanía para lograr la aprehensión. Pero eso es algo que debe reformarse en cada país.

“Hay que llevar a otro nivel el tema de la presunción de los implicados. Si está demostrado jurídicamente que esa persona es responsable del delito, por orden de un juez o por la vía legal debe exponerse en todo sentido”, refiere el especialista en investigación criminal.

Luces al final del túnel

La familia Masullo ha denunciado en todos los organismos del Estado venezolano a la fugitiva Yocselyn Lugo Martínez y a los involucrados en la trama criminal, incluyendo policías, fiscales, jueces y abogados.

En Venezuela reposan expedientes sobre aprovechamiento de bienes, estafas, corrupción y sobornos cometidos durante todo el proceso de investigación que acumula 34 diferimientos en tribunales penales.

Por la desaparición del ingeniero hay tres personas detenidas actualmente desde octubre de 2016, cuando ocurrió el hecho.

Se trata de los dos funcionarios que instalaron el punto policial donde fue sorprendido Masullo: Eudier José Cañate Cassiani y Walter Alexis Rodríguez Márquez, además de la secretaria del ingeniero, Milexis Nathaly Borges Farías.

Las pesquisas policiales determinaron que además de las comunicaciones que la secretaria tuvo con los policías en los días previos a la desaparición y en adelante, ella gestionó una falsa compra de uno de los vehículos de la víctima que fue puesto a nombre de su pareja, Gustavo Alexander González Uzcátegui, así como el robo de dinero (40 mil euros y 25 mil dólares) y demás pertenencias en la residencia de Roberto Masullo, luego de su desaparición.

Las indagaciones arrojaron más datos y se ordenó la captura de la pareja de la secretaria, un tío de este sujeto de nombre Danilo Antonio Mota González, y un delincuente que habría participado en la muerte del ingeniero, identificado como Rainel José Paternino Reales.

Estas tres personas están prófugas de la justicia venezolana y como Yocselyn, según la investigación, conocen el lugar donde fue asesinado y enterrado Roberto Masullo.

Sobre la familia de este ingeniero venezolano pesa una sensación de dolor, rabia y tragedia infinita. No quieren descansar hasta localizar su cuerpo y darle cristiana sepultura. Pero, ante todo, lograr la captura de la mujer que fue calificada como autora intelectual del crimen.

“Sabemos en qué zona de Coral Spring reside, y los negocios que tuvo con su hermana Marbelyn en Jersey City, un restaurante de comida venezolana, que actualmente está cerrado, y donde se invirtieron 60 mil dólares. Tenemos localizado el lugar donde estudian los niños y cada movimiento. La justicia llegará por todo el daño que nos ha ocasionado”, admitió el hermano de la víctima, Félix Masullo.

El dolor sigue siendo el acompañante de Rosa Melania de Masullo, una madre que no pierde la esperanza de encontrar los restos de su hijo. Ella sabe que está muerto, al menos así lo siente de corazón, pero ese amargo sentimiento quiere minimizarlo cuando cumpla con el proceso invertido de la vida donde los padres se ven en la obligación de sepultar a sus hijos.

“Sabemos en qué zona de Coral Spring reside, y los negocios que tuvo con su hermana Marbelyn en Jersey City, un restaurante de comida venezolana, que actualmente está cerrado, y donde se invirtieron 60 mil dólares. Tenemos localizado el lugar donde estudian los niños y cada movimiento. La justicia llegará por todo el daño que nos ha ocasionado”

Feliz Masullo, hermano de Roberto

Su clamor sigue siendo de justicia desde el primer momento en que denunció la desaparición de Roberto. No ha tenido descanso y tampoco pierde la esperanza de cerrar este sombrío capítulo de su vida que, además, le arrebató el mismo año del crimen, a su esposo Vicente Masullo.

El 26 de noviembre de 2016, tres meses después de la desaparición de su hijo, no soportó enterarse de lo ocurrido y sufrió un paro cardíaco fulminante. Como su condición de salud era delicada, la familia estuvo ocultando el catastrófico capítulo del secuestro, pero la mentira no pudo extenderse por mucho tiempo y el desenlace fue fatal.

Las autoridades venezolanas retomaron la investigación del caso meses atrás, y se espera que para el segundo trimestre de 2021 se realice el rastreo y búsqueda del cadáver del ingeniero en un terreno baldío de un caserío popular al norte de la ciudad de Valencia, donde se sospecha, fue enterrado el cuerpo del empresario.

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